"Una España que hemos de salvar
Sant Benet de Bages: un milenario sin pena ni gloria
POR lo general suele ocurrir que cierta concurrencia de circunstancias,
como puede ser la celebración
de una efemérides cualquiera, sirva
para que algunos monumentos salgan
del «arrobamiento» en que se encuentran
y merezcan una atención que
hasta ese momento no se les había
concedido.
Una tal concatenación de hechos
tiene cuando menos la virtud de que,
en atención a esa efímera celebración,
se replanteen las circunstancias contractuales
del monumento en cuestión
y hasta, en ocasiones, se adopten
unas medidas de salvaguardia de
las que el enclave artístico no había
disfrutado.
Sin embargo, y en lo que al milenario
de Sant Benet de Bages se refiere,
nada de eso ha sucedido. Ni de
esto ni de ningún tipo. Si no hubiera
habido milenario se habría notado la mismo. Es decir..., nada Lo que resulta
francamente triste.
Mil años en la vida de un monasterio
es una cifra respetable, una cifra
que merece sopesarse, sin que
ello quiera decir que nuestra actitud haya de quedar allí, en un mero
sopesar histórico.
En efecto, resultaria improcedente
referirnos a Sant Benet de Bages como
a una entidad muerta, sin dinamismo
posible, periclitada y puramente
histórica. Que si el monasterio
tiene su historia —digna historia— de cenobio benedictino afectado por avatares sin cuento, esa historia interesa
solamente en la medida en que nos
enseña a valorar este conjunto monumental
tal como ha llegado hasta nosotros.
Pero nada más. Porque si resulta
realmente instructivo conocer
paso a paso, el devenir histórico de
Sant Benet de Bages —o de cualquier
otro enclave monumental— ese conocimiento
pasivo no se justifica ni
mucho menos por el mismo.
—¿De qué sirve echar las campapanas
al vuelo para conmemorar el milenario
del monasterio manresano, si
lejos de preocuparnos por su estado
actual nos limitarnos solamente a loar
su trasnochado esplendor?
El milenario de Sant Benet de Bages,
que bien puede considerarse como
uno de los monasterios fundamentales
de la provincia de Barcelona, ha
pasado lisa y llanamente sin pena ni
gloria. Se celebro la efemérides con
baile de sardanas en la explanada anterior
al monasterio, con una disertación
histórica y con una misa celebrada
por al abad de Montserrat en la parroquia de Navarcles a la que el
cenobio pertenece.
De todo ello nos dio cuenta la prensa
someramente. Así como, también,
de qué habían surgido dificultades
que habían dado al traste con una serie
de actos programados con motivo
de la celebración de esta efemérides.
¿Qué dificultades impidieron conmemorar
el milenario como se merecía?
¿Por qué se celebró la misa en una parroquia vecina, en vez de hacerlo
«in situ», en la misma Iglesia cuya
consagración se rememoraba?
¿No hay
un contrasentido evidente en toda ello?
A LA VERA DEL LLOBREGAT
Un poco para despejar todas esas
incógnitas que la celebración del milenario
nos había planteado, un poco para desempolvar los recuerdos de
nuestra primera visita realizada al monasterio,
hará de ello seis años, decidimos
consagrar urna jornada a recorrer
nuevamente aquella zona. La nueva
carretera de acceso a Manresa,
abierta ya en algunos tramos y muy
avanzada en los restantes, nos amenizó
el desplazamiento.
Ya en Manresa, y tomando la carretera
de Vic, la distancia a cubrir para
llegar al monasterio es de unos diez kilómetros inmediatamente después
de atravesar el núcleo de San Fructuoso
de Bages, y a mano derecha, hay
un indicador que señala el desvío que
conduce a Sant Benet. La senda que
nos aconseja el indicador de la carretera
está bién conservada. El paisaje
que se dibuja en los decorados
de esta ruta es sencillamente encantador. Dilatado. Intensamente verde,
sin núcleos urbanos que lo afeen, con
una insólita perspectiva del macizo de
Montserrat como telón de fondo... campos bien cuidados, sol y una limpia
grandiosidad...: a mano derecha, revestida de pinos, una ermita románica.
Una armoniosa muralla, chaparra,
cierra el recinta de Sant Benet. Junto al portalón, la murallita forma un cuadrado
exterior, con grandes aberturas
en tres de sus lados que se cierran
en gruesas rejas. En el centro del
cuadrado, adivinado a través de las rejas,
un árbol enhiesto. El encanto es
superlativo.
Nos abre una mujer con un niño y
un perrazo. El recinto puede visitarse
a cualquier hora. No hay ninguna
restricción en este sentido, pero los
visitantes... que «suelen ser franceses» (Esta misma canción, triste canción
a la hora de catalizar nuestras
inquietudes artísticas, suele oírse repetida
por la totalidad de los guías
y anfitriones de las iglesias y monasterios
de nuestro pais.) Tampoco hay
cuota de entrada establecida.
DONDE LA VEGETACIÓN
DEVORA LA PIEDRA
La remembranza del lugar resulta
facíl. Está tal cual estaba haca seis
años. La vegetación se prodiga por
doquier. Lianas y arbustos desmelenados
otorgan al monasterio un aspecto
sombrío. Lianas, arbustos y
avellanos seculares... el sol cala difícilmente
en sus piedras. El suelo
se moja de hojarasca y verdín.
La arquitectura del claustro es peculiar.
Los enjundiosos arcos de medio
punto reposan sobre pares de columnas
achaparradas como las murallas del circundo. Los capiteles son de noble
ejecución. Algunos, más primitivos,
pertenecen al primer claustro.
Abundan los motivos vegetales en los
capiteles exteriores, mientras que sus
gemelos presentan una iconografía de
carácter sacro, secundado todo ello
por las inevitables motivos ornamentales
románicos.
El suelo de todo el cuadrado es de
cantos rodados. Hay dos puertas de
acceso a la Iglesia. Una románica inhabilitada. Una segunda muy posterior.
Y una escalera que trepa hasta el
coro, El pasamanos, de madera, es de
venerable ancianidad. Una imagen, de
raída policromía, preside un rincón
del claustro.
SANT BENET
EN UN CIRCULO VICIOSO
Nos desplazamos a Navarcles con la
intención de obtener del administrador
del monasterio el consiguiente permiso
para visitar la iglesia. No nos
resultó difícil localizarlo. Hombre sumamente
amable, perspicaz, nos pone en
antecedentes sobre las circunstancias del monasterio. Contratista de
obras, ha sido él mismo, continuador
de la labor iniciada por su padre,
quien ha llevado a cabo las muchas reformas
efectuadas en Sant Benet desde
que fue adquirido por el pintor
Ramón Casas. Desde entonces su familia
ha estado ligada a la administración
del monasterio. Nadie mejor
que él, pues, para conocer la importancia
de las obras realizadas. Todas
ellas ejecutadas con una ejemplar fidelidad
al resto del conjunto. Sin embargo,
esta encomiable tarea restauradora
no ha ido mucho más allá de las
que podíamos considerar partes habitables
del monasterio. De sus dependencias.
En el claustro y en la iglesia, lo que
a efectos artísticos más interesa, muy
poco se ha hecho.
La iglesia (la visitamos por fin
acompañados por el administrador)
presenta un aspecto lamentable. Levantada
una gran parte del suelo, las
escalinatas de acceso al ábside principal están deshechas. El propio ábside
presenta una agrietadura considerable...
como otras partes de la
iglesia. La cripta que se abre bajo él
es un hosco montón de escombros.
Hay cañas almacenadas, una nevera,
marcos, cuadros, confesonarios, imágenes,
algún altarcillo; todo ello en
amable confusión, recostado sobre los
muros laterales. En la bóveda de medio
cañón se aprecia la huella de las
goteras. Pregunto por el estado de la
techumbre. Se ha pedido un presupuesto
para remozarla, reponiendo las
tejas que faltan.
El templo es de una nave con crucero.
Sendos ábsides se abren en sus
dos brazos. A los pies de la nave se
abren dos puertas y sobre ellas el
coro, todo ello posterior a la edificación
primitiva. Los muros están revocados.
Una cornisa remata en sus
dos vertientes la bóveda de medio cañón,
así como ésta última aparece
reforzada por varios arcos fajones.
Ambos, cornisas y arcos, así como las
pinturas de ábsides y ventanas, revelan ese regusto dieciochesco que con
tan pocos adeptos cuenta.
Sabemos de las diferentes gestiones
efectuadas por diversos organismos,
orientadas a la adquisión del
monasterio y con vistas a su total
restauración. Sabemos que existe el
deseo de salvar el templo de Sant Benet.
Pero sabemos también que tanto
las gestiones como los buenos deseos
no han pasado, ni parece que hayan
de pasar de ahí. La parte propietaria,
por su lado, no ve con buenos
ojos que el Estado se haga cargo de
la restauración del templo, por cuanto
esa intervención podría menoscabar
sus intereses. Pero, por otra parte,
tampoco parece dispuesta a invertir
una suma considerable en la restauración
del monumento. Resultado: un
círculo vicioso del que la víctima propiciatoria
es y seguirá siendo el templo
de Sant Benet.
Si hay una cosa que esté realmente
por encima de cualquier interés de
índole privada, esa cosa es la cultura.
Y la cultura es de todos y, sobre
todo, del pueblo que la engendra.
Sant Benet de Bages, como cualquier
otro monumento, pertenece al patrimonio común. Ello quiere decir,
que sin menoscabo de los legítimos
intereses de sus actuales propietarios,
debería encontrarse una salida para
el atolladero en que se halla. De forma
que si la adquisición oficial del
recinto resulta inviable, la parte propietaria
deba comprometerse al mantenimiento
y conservación en perfecto
estado del monumento.
Un medio de conseguirlo sería crear
unas cuotas de entrada en el monasterio
y sacar provecho de la venta de
postales, diapositivas, folletos y demás
objetos relacionados con el cenobio.
Si a todo ello fuera unida una
auténtica campaña de promoción del
lugar, algo se podría conseguir. Pues
si es lamentable que debamos pagar
una cantidad para visitar un monumento
no es menos verdad que este
hecho se ha convertido en norma y
que esa norma se aplica a rajatabla
en todos los países. Y, sinceramente,
consideramos más oportuno abonar
una cantidad para tener acceso al
monasterio, que no tener libre acceso
a él pero tener que marcharnos sin
ver una parte esencial del mismo, cual
es su templo románico. Máxime cuando
la razón por la que no podemos
visitarlo es tan prosaica y lamentable
como el hecho de que se encuentre
en el más lastimoso y absoluto abandono.
Quede claro, en fin, que no otra
cosa nos mueve a reivindicar y plantear
la problemática de Sant Benet de Bages, que esa inquietud de la que
esta serie de artículos quiere ser portavoz.
Inquietud que, si tiene en cuenta
y respeta cumplidamente todos los
intereses, pone por encima de todos
el interés de los propios monumentos,
parte integrante de nuestro patrimonio cultural y, por lo mismo, legado
histórico y artístico que hemos de
salvar.
JORGE M.ª RIVERO SAN JOSÉ
Fotos: EDISTUDIO"