14 de març del 2020

El relat del "Noi de Navarcles" (20-04-1916)

Las Provincias: diario de Valencia, Año LI, núm.16.387, 20 d'abril de 1916, pàgina 1.

Un altre text signat per l'escriptor valencià Miquel Duran Tortjada, en el qual hi copia fil per randa la història del "Noi de Navarcles", fent passar que es tracta d'un relat que li ha explicat un oficial francès a Tolosa.

"En tierras de Francia en guerra
UN HÉROE CATALÁN
Paseando por las calles de Tolosa reviven en nuestra memoria leyendas y recuerdos de otros tiempos: 1323, Clemencia Isaura, Juegos Florales, Gay Saber, los siete trovadores tolosanos, Languedoc, Gaya Ciencia, todos los momentos culminantes desde la instauración de esa bella fiesta de la poesía, que ha sido la iniciadora del resurgimiento regional de Cataluña y de Valencia.
Paseo por las calles de Tolosa en la agradable compañía de un oficial del ejército francés que ha venido de las trincheras en uso de licencia. Es hijo de un pueblo del Mediodía de Francia, y habla correctamente el catalán.
El oficial me relata interesantes episodios de esta terrible guerra. Me habla de las penalidades, de lo implacable de la lucha y del heroismo y la admirable serenidad del soldado francés.
Me hace notar -cosa que ya sabía- el crecido número de catalanes que combaten al lado de la Francia. Voy á contarle á usted -me dice- el hecho heróico de una camarada catalán, de un hijo de la comarca de Bages:
-Era en la última hora de la tarde. Espesas nubes invadían el horizonte, cubriendo los últimos rayos del sol poniente. Empezó a llover seguido. De pronto, un extraño rumor en el aire turba la monótona canción de la lluvia: es una bandada de cuervos que paso por encima de las trincheras buscando refugio.
Avanza el tiempo. La noches es oscura, impenetrable. En las trincheras avanzadas del sector Norte-Arras, guardadas por muchos catalanes, todo es calma y previsión á un tiempo, calculando, en la oscuridad de la noche, la sorpresa que pudiera prepararnos el enemigo.
La presentíamos y no se hizo esperar. De pronto percibimos largas vibraciones en el espacio: una nube de cohetes volarodes rayan el manto negro que cubre la tierra, y con su potencia lumínica ahuyenta unos instantes la negrura que nos envuelve. Es una castillo de fuegos magnífico, de fantástica visión, el que nos ofrece el enemigo: pero el espectáculo no nos lo dá para divertirnos, sino para asegurar la punteria de sus cañones, de sus ametralladoras y fusiles, que empiezan á vomitar fuego en todas direcciones. A la pasada calma sucede un infernal terremoto: las ametralladoras trepidan incesantes, y nuestros amigos de enfrente se multiplican enviándonos bombas de todos calibres, granadas, minas, gases asfixiantes... de todo lo más cruel que ha producido la barbarie teutónica; pero no can tanta precisión como fuera su deseo.
Los disparos de nuestras baterías, potentes y seguros, contestan pronto al enemigo, y durante algunas horas, los formidables proyectiles cruzan incesamente el espacio, demoliendolo todo, sembrando la destrucción y la muerte. ¡Infernal espectáculo noctunro, que asombra e impone! Hasta Natura se asocia al horroroso espectáculo, confundiendo el ruido de los truenos y la luz de los relámpagos que en la noche zigzaguean con las formidables detonaciones de los potentes obuses.
-¡Todos en pie!- mandan los jefes, y piden voluntarios para las centinelas avanzadas. Y uno de los primeros en adelantarse de las filas es un muchacho rubio, bien plantado, forzudo; catalán de la comarca de Bages, "El noi de Navarcles", como le llaman sus camaradas, pues es costumbre entre los catalanaes que están en aquel sector nombrarse por su pueblo nativo, tal vez para recordar así la tierra que los vió nacer, y con la que tantas noches sueñan.
"El noi de Navarcles" pasó largas horas de la noche de centinela avanzada, entre una peligrosa lluvia de fuego. Indemne volvió a la trinchera, y contento y alegre siguió vaciando los paquetes de municiones, cantando canciones de su tierra, que los otros coreaban.
Alboreaba cuando los cañones alemanes, inutilizados, enmudecieron; los nuestros no, que seguían lanzando fuego y metralla contra las trincheras enemigas. Impacientes esperábamos la orden de salir de las guaridas y lanzarnos sobre los boches; pero la orden de ataque no venía aún...
A las nueve de la mañana almorábamos unas galletas, carne de singé y café. Media hora más tarde resonaba en las trincaheras la voz del capitán: -¡Ya llegó el momento, muchachos! ¡Vencer ó morir!- Y pidió un voluntario para cortar las alambradas de la trinchera. De un salto, aquel hombre rubio de fuertes músculos; aquel valiente "Noi de Navarcles", ganó la rampante de la trinchera y abrió paso á la sección de bayonetas.
-¡Adelante, adelante!- gritó el capitán; -y llenos de coraje, emprendimos todos la marcha, lanzándonos como leones sobre el enemigo. Este, sorprendido y debilitado, retrocedió, y una detrás de otra cayeron en nuestro poder las trincheras enemigas, fortificándolas inmediatamente y continuando el fuego. De pronto, "El noi de Navarcles" cayó herido; intentó levantarse, pero no pudo; una bala alemana le había atravesado el pulmón izquierdo; más no se dió aún por vencido, y echado en tierra, con una mano se cubrió la herida, y con la otra siguió dando municiones á los otros soldados, hasta que la más espléndida de las victoras coronó el fulminante ataque...
Nuestro héroe fué trasladado al hospital, donde curó en pocas semanas. Su valiente comportamiento ha merecido el honor de verse citado en la orden del día del ejército y de recibir la Cruz de Guerra y la Palma de la Victoria.
Así me relató un oficial del ejército francés el heroismo de un soldado catalán en un agradable paseop por las calles de Tolosa, ciudad cuyo nombre hacía revivir en mi memoria leyendas y recuerdos de otros tiempos.
MIGUEL DURAN Y TORTAJADA
Toulouse (Francia) 1916."